martes, 1 de noviembre de 2011

Cuando volví a despertar

Hace tiempo que me siento así, como cuando despiertas de un largo y profundo sueño y comienzas a darte cuenta de ciertas sutilezas que antes ni siquiera figuraban en el paisaje de tu vida.

Cuando de pronto vas en el tráfico y te viene a la mente lo mucho que ha pasado, lo mucho que amas, lo mucho que aprendes, lo mucho que valoras y ni siquiera se trata de sesiones de introspección interior, ni nada más elaborado, son simples pensamientos que me hacen decir para mi misma "cómo diablos me doy cuenta recién de esto??????"...

Y el ejemplo más sencillo es la manera en la que percibo a mi familia, porque es la época de mi vida en la que más alejada físicamente he estado de todos ellos, pero en la que siento una relación y un vínculo más profundo. Amo la distracción de mi abuela, respeto la evasión de mi madre, valoro la complicidad con Mary (mi madre de vida) y el entendimiento de alma con Lore. Entiendo las diferencias radicales con mi hermana, disfruto de la valentía y las ganas de vivir de Fernando, aprendo de lo irreverente de Alejandro. Me gusta saber que Victor (mi padre de vida) se mantiene al tanto de la manada; y constantemente la fe de Benjamin me enseña que el poder está en uno mismo aunque él no vea siempre el suyo.

Pues qué estaba haciendo yo, qué no me había dado cuenta de esto???...y sonará casi a cliché porque claro que cada familia enseña a sus integrantes y claro que muchos miles de millones de seres humanos aman a su familia...pero yo además de amar a la mía y sentirme afortunada por tener a tan dignos compañeros de vida...me siento agradecida por el aprendizaje compartido, y porque invariablemente puedo ir hacia ellos, sin importar cuanto tiempo he estado lejana, y sentirme como en casa...siempre!

Viendo como cada uno se ha construido y reconstruido, conociéndonos hasta las más ocultas costuras, respetando y entendiendo hasta los más dolorosos sentimientos.

Al final, de eso creo que trata una parte de la vida, de sabernos humanos y acompañarnos en el proceso.

Y este pensamiento sobre la familia me llega hoy que he tenido todo el día en mi mente a mi abuelo, que hace 13 años decidió partir, y con quien creo habría tenido una buena charla si hubiera estado con nosotros este sábado pasado o en cualquiera de las fiestas que hemos tenido en familia y en las cuales desde hace mucho, ya no está.

Sé que le daría gusto darse cuenta que volví a despertar!

viernes, 9 de septiembre de 2011

Será que estamos hartos de encontrarnos?

Seis de la mañana y debo salir de la cama para iniciar un día más. Lo primero que hago es tomar cualquiera de mis teléfonos para ver qué hay de nuevo en ellos. Siempre encuentro cierto número de correos y después de revisarlos voy rápidamente a mi facebook y a mi twitter quizá para poner algún pensamiento que me viene a la mente en esos primeros momentos en los que uno despierta y que parece cool dejar algo publicado.

Casi de manera automática veo pasar mis días bajo esta dinámica, saltando entre el lunes y el jueves quizá quejándome de mi falta de tiempo para ver a mis amigos o a mi familia, o tal vez diciéndome "debería tomar clases para meditar", y finalmente, sin tomar acción alguna al respecto.

Por fin llega el tan anhelado fin de semana en el que me propongo dormir más de la cuenta, quizá avanzar en los cuatro libros que tengo en mi buró y que no he terminado de leer o deseando que este fin de semana sea el que por fin me encuentre con el proyecto que quiero plasmar en papel o queriendo ver a quienes no he visto o abrazar a quien no he abrazado en la semana, charlar lo que no se pudo compartir de lunes a viernes.

Pero nada de eso ocurre, al final y casi de manera automática el sábado que no salgo corriendo a volar en parapente; simplemente abro los ojos y tomo mi teléfono, replico el mismo proceso que los días anteriores pero ahora como hay más horas disponibles antes de salir de la cama, tomo mi IPad y a invertir horas en ese pequeño mundo.

Como a mi alrededor sucede exactamente lo mismo, podría llegar a pensar que es una nueva conducta social derivada de los avances tecnológicos, el acceso a la información y el poco manejo que tenemos del ocio.

Escenas como estas se replican a cada instante, en un restaurante, en una sala de juntas, en una reunión de amigos o con la familia, en donde los cuerpos ocupan un espacio pero las personas NO están.

Y me declaro totalmente parte de ese esquema. Soy pro los nuevos dispositivos, las aplicaciones, los interactivos, las redes sociales, la interacción virtual, pero también me descubro recientemente como un pésimo ejemplo de convivencia social.

A veces me pregunto qué carajos hay de fondo bajo esta nueva dinámica, porque parece que queremos escudarnos, evadirnos.

Será que nos hemos hartado de los otros?
Será que se nos han acabado las formas para convivir?
Será que nos estamos volviendo más prácticos y por eso nos parece más sencillo ver un tweet o un blog que charlar con el que está frente a nosotros en la mesa?

A veces me he topado con la rara dificultad de entablar una charla de 10 minutos con alguien sin tocar el teléfono. A veces me he encontrado con la evasión del otro por conversar y verlo optar por "meterse", casi corriendo, al pequeño mundo de un smartphone.

Dicen que los nuevos dispositivos móviles y su accesibilidad a casi cualquier cosa en la red, son la nueva guardería de los adultos.

Será que estos nuevos adultos han caído en la absoluta fascinación de lo que reciben y que les "justifica" el NO dar?
Será que es más fácil tener una vida tecnológica alterna, a experimentar la que realmente poseemos?

...Será  que estamos hartos de encontrarnos?

miércoles, 25 de mayo de 2011

Lección del desapego dice la vida



Lo mismo boto un zapato, un mueble, un documento, casi cualquier cosa sin temor alguno. Cuando algo físico concluyó su ciclo conmigo, no tengo ningún problema en hacerlo circular...abro espacio para que salga lo anterior y llegue lo nuevo. Me gusta el dinamismo, la independencia.

La cosa se complica cuando hablamos de otro tipo de situaciones.

Los últimos 14 meses he vivido una extraña necesidad de apego, de querer saber, ver y limitar con el único afán de sentir que todo resulta como lo planeas, que nada te pondrá en riesgo, que todo es cómo debe...gran error. Lo único que ha pasado es un alto desgaste, mucha tristeza y muchas emociones encontradas.

Aceptar eso hoy ha sido tremendamente difícil, me ha llevado mucho tiempo, porque dejarse derivar por el control para sentir una falsa seguridad es horrible. Pone tu energía, tu enfoque, tus ánimos en personas, situaciones y cosas, pero nunca en ti.

Generar apego es tan sencillo. Apego a tus creencias, a tus pensamientos negativos, a las personas y a cómo deben ser o reaccionar, o cómo deben  comportarse contigo, y la mala noticia es que al final,  el 90 por ciento de las veces terminas sintiéndote igual de vacío e insatisfecho.

Y es que el resultado no podría ser diferente a eso, porque lo que verdaderamente te complace es lo que tú haces, creas, deseas...no lo que los demás accionan. Suena simple y casi elemental, a prueba de idiotas, pero podemos descubrirnos una y otra vez en esta actitud en más ocasiones que las que podríamos imaginar.

Ridículamente entre más apego quería tener, más la vida me decía descaradamente: "deja, suelta, enfoca diferente, lo importante está en ti"...

Hoy es una llamada de atención la que me hace esta vida, me "invita" (no muy cordialmente) a soltar, obligándome...y no sólo en un tema, en varios aspectos al mismo tiempo. No tengo otra opción, no depende de mi, está en los otros y en sus caminos la separación inminente.

Pero también con ese desapego mandatorio me invita a ser libre, a viajar más profundo, a volar serena y a decidir mi camino, a ir tras lo que desea mi corazón, más decidida que nunca. Me obliga a ser más precisa al crear y saber que voy a ir por eso que cada vez se acerca más y más. Sé que vivir la experiencia depende de mi y de nadie más.

Este camino llegará, como ha llegado a una clara realidad cada pensamiento que he podido concretar en mi mente y en mi corazón.Como lo harán los deseos que  anhelo en lo más privado.

Lección del desapego dice la vida...y yo hoy voy a tomar la clase y ponerla en práctica.

domingo, 6 de marzo de 2011

Los actores de mi vida

Hoy acabo de despedirme por segunda vez de una gran amiga, y aunque el rol que hemos tenido en esta vida no nos pone oficialmente en el escenario de la amistad, en lo profundo verdaderamente estamos ahí. Nunca fuimos de compras o al teatro, jamás hablamos de un buen libro, ni fuimos juntas a un bar o de vacaciones.

Pero hemos compartido un número incontable de horas construyendo, juntas, algo que se llama aprender. Ella más como un reflejo de objetividad (si es que la objetividad existe), yo en el permiso de recurrir al desarme y la oscuridad para entender y avanzar.

Esta despedida temporal me hace pensar en los actores de mi vida, aquellas personas que sin ser "nada" mío, me han dado un lugar al cual ir sin ningún tipo de restricción. Ella ha puesto buena parte de las paredes de ese lugar, cómodo, seguro y libre.

Y justo cuando pienso en ese espacio que maravillosamente me recibe como soy, vienen a mi cabeza dos actores más, dos grandes amigos, que se han dado a la tarea casi sin darse cuenta (es más creo que aún no tienen ni la menor idea), de acompañarme en mis decisiones y en mis momentos, sólo por la simple idea de que creo que les caigo bien...jajajajajaja.

El primero estuvo ahí cuando caminaba a pedazos, mientras recogía mi brazo del piso, y se me caía un pie, él  caminaba junto a mi y reía de mi "desarme". Iba a mi casa cada fin de semana religiosamente, para que saliera a ver que la vida no era una horrible derrota. Cuidó de mi miedo, me abrazó en mi tristeza, incluso pulió parte de mis gustos musicales...qué poca...jajajaja. Me enseñó que la vida era simple.

El segundo, transformó mi manera de saber qué es lo que buscas y verdaderamente quieres al vivir. Me enseñó a reír mucho porque su sentido del humor es increíble. Confió en mí ciegamente, me dejó crecer, crear y me hizo sentir siempre segura. Su experiencia, paciencia y sencillez al decidir, son su gran ejemplo.
Grandes decisiones de mi vida personal y laboral se las debo a él, a esos momentos en los que con carcajadas y reflexiones me hizo darme cuenta de lo que realmente quería hacer.
Casi literalmente gracias a él sé volar, porque sin decirlo me dijo "ve y vuela". Definitivamente el sentir de las historias de Valle, tienen mucho en esencia de su amistad.

Separarme de estos tres actores de mi vida fueron decisiones difíciles, por lo menos la primera vez que los dejé ir, pero lo magnífico de todo es que siguen aquí, y gracias a ellos tengo ese lugar libre al que puedo ir en calidad de cualquier cosa.

Cuando los veo, cuando les llamo, cuando les escribo, cada uno me recibe en cualquier tipo de condición: en la tristeza, la alegría, el miedo, la euforia, el enojo, en la segmentación o la integralidad. Se quedan conmigo en ese lugar, me ayudan a compartir y luego me dejan ir otra vez a verdaderamente vivir.

Esta es mi manera de decirle a los tres MUCHAS GRACIAS, EN VERDAD, son grandes actores de mi vida.

MI CARIÑO PARA USTEDES, SIEMPRE!

domingo, 23 de enero de 2011

Historias de Periférico

Una y los peores días, casi dos horas encerrada en mi coche mientras intento cruzar 6 kilómetros de Periférico, cada semana. A veces creo que ese tiempo, más que cobrarme la factura en el estrés, el cansancio o la desesperación del tráfico que tiene una ciudad como esta, me da la impresión que quiere obligarme a caer en el fondo de mis más profundos pensamientos.

Después de escuchar cualquier estupidez en una estación de radio, llamar por teléfono a todos a quienes no he podido llamar o escribir mi frustración del tránsito en Twitter a ver si alguien me contesta algo más interesante, casi por karma termino inmersa en un profundo silencio dentro de mis más oscuros pensamientos.

Pareciera que todo perdiera su energía, como si todo se apagara para que yo pudiera viajar y conectar con aquello que no me doy el tiempo de observar mientras transcurren los días. Hay veces que la inmersión es tal, que ni siquiera me doy cuenta de cómo llegué a mi destino.

Voy desde la idea más simple hasta el pensamiento más complejo, cuestionándome, entre un coche y otro o mientras trato de avanzar sin gritarle al de al lado "imbecil", si estoy dándole a mi vida la dirección correcta, literal y paradojicamente mientras conduzco mi auto.

A veces mis pensamientos me llevan a sentir que invierto demasiado tiempo en cosas tan poco relevantes, a veces tiendo a pensar que me desgasto por niñerías; a veces siento lo valioso de las personas que me rodean o me entusiasmo por tener una idea que puede volar y crecer y luego me entristezco de verla morir en mi cotidianidad. Otra parte de las veces siento que voy tarde para ciertos planes.

Pero más allá de lo que me ocurre en este "terrible" e "insoportable" trayecto, me intriga saber en qué momento de la agitada y operativa vida que ahora tenemos muchas de esas personas que vamos en nuestros autos, nos contamos esas historias a nosotros mismos, en qué momento tomamos conciencia de lo que nos está pasando, en lo práctico y en lo complejo.

En qué momento nos damos la fortaleza que necesitamos para seguir, y en qué momento nos dejamos invadir por el miedo y la debilidad. En qué momento dejamos que el corazón ame y en cuál otro lo tomamos hecho pedazos para armarlo de nuevo. En qué momento nos damos cuenta si hemos dejado pasar el tiempo o si estamos decidiendo por lo que alguna vez soñamos.

¿En qué momento de esta ajetreada vida, nos damos el tiempo de verdaderamente vivir?