lunes, 27 de julio de 2015

De crisis, mujeres superpoderosas y ciclos de lavado

A mis 36 años estoy en una etapa donde siento la imperiosa necesidad de reflexionar sobre quién demonios soy y qué quiero de mi vida y lo primero que me viene a la cabeza es preguntarme simple y sencillamente, justo eso ¿Quién carajos soy? ¿Qué estoy pretendiendo lograr? y rápidamente me respondo ¿es en serio Vanessa? ¿36 años y estás haciéndote esas preguntas tan básicas? Pues sí, es así. Debe ser alguna especie de crisis de la mitad de la vida.

Así arranca el monólogo, que parece más bien el listado que me repito una y otra vez como tratando de edificar algo en mis adentros: Soy una mujer en medio de los 30´s, mamá de una pequeña de 2 años quien me ha venido a transformar la existencia digamos unos…360 grados. Una ejecutiva inmersa en el mundo corporativo haciendo comunicación en un entorno empresarial que se transforma de un día a otro. Vivo una relación de pareja de 9 años con todo lo que eso implica (qué es bastante, por cierto). Cuando siento que me “ahogo”, recuerdo que también soy parapentista, que aprendí a volar con casco y botas de montaña y que aunque he hecho una gran pausa en ese mundo, mi corazón sabe que voy a volver a encontrarme con eso que me dice: “ya regresa”. Soy también una mujer impactada y arrastrada por lo que hoy está muy “in” sobre intentar mantenerse medianamente en buen estado físico, a veces muy atrapada por las dietas, obsesiva en ocasiones por los kilos que marca la báscula y recientemente sorprendida de las arrugas queriendo investigar más sobre el botox y esas porquerías.

Entre otras cosas, vivo intensamente las emociones (puedo resultar una verdadera pesadilla) y tengo un espíritu competitivo que creo que si me dejaran jugar una y otra vez en los juegos de destreza de una feria podría terminar perdiendo hasta mi casa.

Me gusta pensar que la mente y la energía son fuentes creadoras de realidad, que hay fuerzas superiores más allá de nosotros y que la vida es una experiencia de aprendizaje y evolución.

En mi cabeza siempre habita el sueño de ayudar a los niños desprotegidos. Ayudar a uno, dos, tres o cientos si se puede. Esa es la causa que me engancha y que está ahí detenida, en mis adentros, en aras de encontrar un poco más tiempo para hacerlo realidad.

Y entonces, con todo este descriptivo encima por qué me estoy preguntando constantemente quién demonios soy y qué quiero hacer con mi vida.  Y parece que por ahí se asoma una cosa que se llama el síndrome de querer ser perfecta y “superpoderosa” que lo único que me está dejando es una sensación constante de intentos fallidos, sintiendo que hago todo y nada, que soy eso que soy pero que al final no, aunado a una perene sensación de cansancio y culpa por no saber si estoy siendo la mejor profesionista, la madre que mi hija necesita o merece, la esposa que quisieran que fuera, la hija, la hermana, la amiga, la deportista, la paciente…¡uf!

Pareciera que ser mujer de estos tiempos es ¡agotador! Y seguro antes, en los tiempos de mi abuela (que es una mujer encantadora, por cierto) también lo era. La única diferencia hoy, y que resulta una especie de consuelo ante mi licuadora de pensamientos en esta crisis existencial, es que ser Mujer de estos tiempos te permite transitar estos vuelcos y exigencias estando un poco más acompañada gracias al maravilloso arte de poder compartir. De decirle confiadamente a otra u otras lo que nos pasa, lo que sentimos, encontrando espejos que nos hacen saber que no estamos tan "deschavetadas".

Si alguna de ustedes está en esta lavadora imparable, bienvenida sea al proceso de centrifugado en el que pareciera que la ropa tendría que estar a punto de quedar lista pero que en realidad es donde el proceso recién re-empieza porque se activó el botón de “lavado extra”.