domingo, 23 de enero de 2011

Historias de Periférico

Una y los peores días, casi dos horas encerrada en mi coche mientras intento cruzar 6 kilómetros de Periférico, cada semana. A veces creo que ese tiempo, más que cobrarme la factura en el estrés, el cansancio o la desesperación del tráfico que tiene una ciudad como esta, me da la impresión que quiere obligarme a caer en el fondo de mis más profundos pensamientos.

Después de escuchar cualquier estupidez en una estación de radio, llamar por teléfono a todos a quienes no he podido llamar o escribir mi frustración del tránsito en Twitter a ver si alguien me contesta algo más interesante, casi por karma termino inmersa en un profundo silencio dentro de mis más oscuros pensamientos.

Pareciera que todo perdiera su energía, como si todo se apagara para que yo pudiera viajar y conectar con aquello que no me doy el tiempo de observar mientras transcurren los días. Hay veces que la inmersión es tal, que ni siquiera me doy cuenta de cómo llegué a mi destino.

Voy desde la idea más simple hasta el pensamiento más complejo, cuestionándome, entre un coche y otro o mientras trato de avanzar sin gritarle al de al lado "imbecil", si estoy dándole a mi vida la dirección correcta, literal y paradojicamente mientras conduzco mi auto.

A veces mis pensamientos me llevan a sentir que invierto demasiado tiempo en cosas tan poco relevantes, a veces tiendo a pensar que me desgasto por niñerías; a veces siento lo valioso de las personas que me rodean o me entusiasmo por tener una idea que puede volar y crecer y luego me entristezco de verla morir en mi cotidianidad. Otra parte de las veces siento que voy tarde para ciertos planes.

Pero más allá de lo que me ocurre en este "terrible" e "insoportable" trayecto, me intriga saber en qué momento de la agitada y operativa vida que ahora tenemos muchas de esas personas que vamos en nuestros autos, nos contamos esas historias a nosotros mismos, en qué momento tomamos conciencia de lo que nos está pasando, en lo práctico y en lo complejo.

En qué momento nos damos la fortaleza que necesitamos para seguir, y en qué momento nos dejamos invadir por el miedo y la debilidad. En qué momento dejamos que el corazón ame y en cuál otro lo tomamos hecho pedazos para armarlo de nuevo. En qué momento nos damos cuenta si hemos dejado pasar el tiempo o si estamos decidiendo por lo que alguna vez soñamos.

¿En qué momento de esta ajetreada vida, nos damos el tiempo de verdaderamente vivir?