domingo, 28 de julio de 2013

En tiempos en los que se agradece a Dios por Internet

5:00 am suena en el celular la alarma que te dice "debes ir a trabajar"...revisas mensajes, entras a 3 ó 4 aplicaciones, respondes quizás algunos mails y luego entras a la regadera.

Cuando al final cruzas la puerta de tu casa para salir corriendo a la oficina, "aprovechas" el trayecto hasta tu auto y sigues dentro de ese aparato...muchas veces mientras conduces tomas una llamada, revisas Facebook o entras a Twitter. Hasta ahora, la primera hora de cada día en esta rutina, no cruzas palabra directa con persona alguna pero irónicamente no la llevas en solitario.

De pronto los dispositivos móviles se han vuelto un mundo paralelo enfocado en una buena parte en la manera en la que interactuamos con los demás. Y es que ciertamente nos mantienen en contacto con un número mayor de personas con las que posiblemente no podríamos encontrarnos o charlar en un mismo día, además de convertir nuestro "tiempo libre" en un tiempo de ocupación social.

La tecnología móvil y sus herramientas sociales permiten cosas fascinantes como charlar con tu hermano quien está a kilómetros de distancia o ver cómo le fue en sus vacaciones a un amigo que viajó al otro lado del mundo.  Abren la puerta para que los desconocidos se vuelvan conocidos y aquellos a quienes conocemos, se vuelvan más cercanos. Podemos, incluso, "seguir" la vida de personas a quienes físicamente no hemos visto en una década y sentirnos tan involucrados como si hubiéramos desayunado juntos ayer.

Sin embargo, y más allá de todo esto, este nuevo mundo paralelo parece "regalarnos" un componente aún más interesante: un comportamiento también alterno que muchas veces tiene el mismo efecto que el haber bebido 4,5 ó 6 vodkas...

Las plataformas sociales resultan la ventana perfecta para dejar ver aquello que tal vez no haríamos frente a frente, o que quizá sí  hacemos, pero no puede hacerse público. Dejan en incontables ocasiones que cada quien muestre facetas de sí mismo más ampliadas e incluso bastante desinhibidas. 

No resulta difícil postear mensajes llenos de emotividad, desde el clima, la comida, pasando por las mascotas, el odio o la alabanza al gobierno, el amor, la atracción, lo prohibido o la sexualidad. Todos ellos textos o imágenes que son muestra clara de quienes somos, quienes queremos ser, que queremos hacer evidente o que queremos decir entre líneas porque llevarlo a lo público sería catastrófico. 

Es así que resulta súmamente atractivo vivir en este mundo paralelo que "nos deja ser" quien somos verdaderamente, brincando de una red social más pública a otra más privada o de un chat a otro que desaparece sin dejar rastros. 

Estos son tiempos en los que la cosa se pone tan intensa que hay expresiones tan claras como los agradecimientos o peticiones directas a Dios como si el todo poderoso, el universo, el "maestro" o la fuerza superior que más nos identifique (si es que la tenemos), tuviera cuenta de Facebook y estuviera en una carrera incansable por recabar oraciones o millones y millones de "likes".

Al final todo lo que ocurre tanto en el mundo real  como en el mundo social paralelo, es nuestra humanidad en todos los sentidos y nos evidencia sin que podamos darnos cuenta.  

Es esa interacción de ambos mundos, la que modifica nuestra realidad física, en la vinculación del uno a uno. Y muchas veces lleva a nuestro saldo social del presente a una pérdida y no necesariamente,  aunque estemos convencidos, a una ganancia.

Estos, son los tiempos de la interacción social que no deja de mostrar lo humanos que somos cara a cara o metidos en algún dispositivo tecnológico.